"Se recupera un locutor de ley"

POR HÉCTOR DE LA FUENTE




"El locutor y conductor radial y televisivo, Jorge Agüero, se recupera favorablemente de su afección coronaria". Así, con certeza, informó el diario NUEVA RIOJA en Enero de este año.

Agüero en los diarios, Agüero en las radios, Agüero en Internet y Agüero en todas partes.

También dijo lo mismo que el primer párrafo de esta columna, toda la prensa riojana, y una voz con un sonido monocorde en medio de un pasillo. Era la voz del joven cardiólogo Carlos Reguera, de la Unidad Coronaria -del legendario Servicio de Cardiología del Sanatorio Güemes-, quien leía la información vertida en el parte médico.

Ese Servicio de Cardiología supo estar (en manos riojanas) a la altura de los mejores centros del mundo y ese pasillo no era un lugar cualquiera, para nada.

Debería tal vez, algún día, ser decretado "monumento histórico" esa zona, pues por allí pasó gran parte de la evolución de la medicina cardiovascular argentina (y más aún todavía). Ojalá que no se le "pague" con ingratitud ni con deslealtad.

Contrastaba, volviendo a esa voz médica (no tan modulada) con la del locutor riojano, agradable y cálida esta por cierto. La de Agüero, es una voz que se escucha, sea como oyentes en Radio Libertad o por Internet -de lunes a viernes por la tarde-, o como amigos o allegados.

Después de todo, el galeno, un amigo y agradable chaqueño, y a la sazón un buen cardiólogo clínico, se formó durante su paso por la Universidad de Medicina para otra cosa. Se preparó para la medicina, para la ciencia y la salud de sus pacientes y para escuchar a sus pacientes más que nada. No para la locución.

La letra fría de ese ansiado parte contrastó con el calor y la humedad de la época y con el vértigo y la adrenalina vivida desde hace no pocas semanas, sino por el contrario.


Un día clave

El 25 de diciembre fue un día clave para todos, como siempre. Pero para el compañero Agüero, además de ser el día de la nostálgica-alegre Navidad, asociada algo, con la resaca de la Nochebuena previa y del fin de año, era además, el día de su cumpleaños.

Una lógica y generalizada alarma, se encendió, pues ese mismo día, innumerables llamados telefónicos al celular del locutor, nunca fueron contestados. No fue por descortesía, sino porque Agüero no podía responder siquiera su propio teléfono.

Lógico, estaba internado en el Sanatorio Rioja debido a un abrupto cuadro de epistaxis (sangrado nasal), evento que le produjo una importante pérdida de sangre.

Luego de este episodio, Agüero, con su esposa, María Yacante y en un segundo viaje con Romina Neira, su nieta, reciente periodista, enfilan hacia Buenos Aires para atenderse con Luis De la Fuente, en un avión sanitario, y cerraron el 2008, allá, en Buenos Aires.

El Sanatorio fue testigo, por siempre, de innumerables luchas médico-científicas, muchas de ellas, ampliamente conocidas por los riojanos. Dotada está la clínica, de un helipuerto para verdaderas urgencias médicas.

Reales batallas médicas y grandes epopeyas científicas, sin temor a exagerar se gestaron allí. Técnicas tales como el cateterismo coronario, el abordaje moderno del infarto agudo de miocardio, el by-pass, la angioplastia, el desarrollo de los "stents", la valvuloplastia, los trasplantes cardíacos y cardio-pulmonares; la cirugía laparoscópica, la primer historia clínica computada, los sixtillizos López, y otros hitos médicos tuvieron su inicio, desarrollo y apogeo en la época de "oro" del Sanatorio Güemes durante de los años ‘70 y ‘80 ‘ incluso hasta el año 1993. Pero no sólo fue todo esto por las paredes de acero inoxidable del Güemes o por la tecnología de punta sino por los prominentes médicos que lo habitaban, algunos ya, no sólo de vuelo nacional, sino de nivel internacional y hasta poseyó dos verdaderos pioneros mundiales.

Y fue, ahora este, el lugar soñado, que tanto el destino como la providencia -y algo más- quisieron para que el querido locutor riojano (50 años de trayectoria, alma de niño y con calle propia) recale como paciente, debido a su importante dolor de pecho. Un recio paciente y muy bueno en obediencia, a decir verdad.

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